No solo en el ámbito familiar se produce el chantaje emocional, también en el laboral.
Cuantas veces nuestra pareja nos niega esa parte económica o de bienes, que puede ayudarnos a sentirnos un poco mas seguros, con el único fin de hacernos cónyuge-dependientes e incluso, antes pone sus propiedades a nombres de terceros y nos excluye de un derecho: compartir lo que hemos logrado juntos, con el esfuerzo de ambos, en lo que para la otra parte contrante es un pulso constante -por su propia inseguridad y egolatrismo- contra la persona a la que dice amar y que, en el fondo, es torturada psicológicamente de este modo, en un menosprecio constante.
También tenemos la vertiente vertical: padres e hijos, en los que unos extorsionan a otros, con el único fin de conseguir -con malas artes- y mediante la presión psicológica aquello que pretenden. Igual da que se trate de una moto, que de las amistades o relación de pareja, un nuevo intruso que mina la poca autoestima de uno de los afectados.
El trabajo, ese lugar que nos ocupa gran parte del día y que muchas veces nos llevamos a casa, es el otro ámbito para el terror. Al fin y al cabo, establecemos relaciones socio-afectivas tanto con los propios compañeros como con la jerarquía y cúpula empresarial. De hecho, hasta repetimos patrones y roles tanto dentro como fuera del trabajo.
En lo laboral, encontramos a individuos mediocres, gente competitiva, gente que se relaciona desde cuotas sado-masoquistas, están los que sus relaciones son de dependencia y los hay que son capaces de autodirigir y regular su propio trabajo.
Enmedio de este maremagnum de personal, es donde germina la semilla de la envidia, del egocentrismo, en donde juegan los complejos de superioridad/inferioridad. Aquí, el que ocupa un puesto que le viene grande, el que no admite otro criterio, el que teme que le quites el puesto que anhela, pondrá no solo zancadillas y trampas, arrastrará a otros ignorantes manipulables contra ti y comenzará así el chantaje colectivo.
Te retiran la palabra, te niegan el saludo, te menosprecian..... Luego pasan a decirte que son malos rollos tuyos, que eres insociable, aluden a tu supuesto mal carácter, etcétera etcétera. Y tú sucumbes porque, en el fondo, quieres sentirte querido.
Acabas de caer en las garras del Monstruo de Gila.
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